Capítulo 3
Ábrete Sola
Por
la tarde van a venir a arreglarme el teléfono, eso creo, al menos prometieron
que iba a ser un trámite rápido y sin muchos inconvenientes, aunque esta gente
no es de confiar, muchas veces te prometen y no pasa nada, como la última vez
que tardaron cinco meses en darme tono. Tener la sensación de no tener
sensaciones y abrirse paso en el mundo y la ciudad en que uno vive como sombra
que se alterna de tamaños desde así hasta así de grande y no quedarse conforme
con la talla que tenemos en el momento en que nos damos cuenta de que tenemos
alguna talla y uno siempre considera que es la indebida y que uno merece más o
menos de lo que le ha tocado, siempre y cuando uno esté en el momento justo de
considerarse más o menos. Así nos pasamos de silencios en silencios y se nos
vienen las hojas de plátanos resecas hacia la cara y las alejamos con un
soplido de gran esfuerzo que algunas veces o casi siempre nos arranca una tos
seca y profunda de los pulmones que nos atraviesa todo el cuerpo. Reseca tos,
catarro de los puchos, nuestro cuerpo cenicero inmundo de colillas mal apagadas
con ese humito oscuro que alimenta a los nubarrones que dan tormento a las
tormentas y nos refucilan los ojos de óxido ácido del dolor, colillas mal
apagadas que se amontonan como en braceros en cada rincón y no se apagan y
siguen de largo en el olvido y resurgen cuando menos lo queremos estacionadas
en el cartón de los recuerdos.
Pasearse
y salirse del hogar, si a este lugar le podemos llamar como todo el mundo:
hogar, o llamarle de la mejor forma posible sin que ataque a nuestros
sentimientos de pasarla bien con nuestros puchos y catarros pulmonares,
catarros puñaladas a través de las células de la piel y los músculos y huesos
también, huesos chimeneas hacia las fosas nasales y nuestros labios superiores
nicotinados de tanto exhalar y exhalar. Desazón e intento de fuga del aire del
pulmón, del aire de las venas y alvéolos, de los bronquios que dan bronca al
sentirlos y verlos tapados en los sueños de noches increíbles y de días a la orilla
del cordón de la plaza… “iba cada domingo a buscarte en el borde de la
plaza…” y no te encontraba y ni pensar
de parar la tos.
Pasearse
el cuerpo limpio por la ciudad, a cualquier hora siempre es oportuno y tener
ahí latente una canción que nos dirija el ir y venir de vereda en vereda
esquivando las sombras y los rayos del sol. Entonces encontrarse de pronto con
una imagen que nos aterroriza y por qué no, nos aterra, nos lleva a la tierra y
da temor para los que estamos con el cemento en nuestra lengua y no sabemos más
que degustar la arenita reseca del último asfalto. A seguir caminando, me digo,
conmigo no va a poder el viento zonda, me hinchará el corazón y las arterias
como la canción pero aquí estoy para trabarle lucha; luchan mis ojos en pos de
las vidrieras, que las miro pero no las veo, pasan diapositivas y flashes del
mundo que vendrá a querer que yo los compre, pero no. Yo sigo con mis ojos
tornados a la izquierda y no les perdono
un instante de distracción, miro más allá del jabón, miro las burbujas. Y plop…
se me ha estallado la atención, carátulas de videos me marean, en las vidrieras
me llaman a su mundo de modo aniquilador, no contesto, pero insisten en su
llamado, por qué decirles que no? Para allí voy a llamarte con mis ojos y no
hay error de miopía suficiente, ya nadie nos impide el juego de las lágrimas ni
el agua salada ni el puerto escondido, no quiero verlos, no quiero plantaciones
en esos cielos rojos y airosos, no quiero sorgo, no quiero sorgo rojo para jodou, tintorería de la muerte
roja y teñida, piletones para la sed y sed y sed de sangre para tanta rojura, 2
x 1 me dice all that sex, tentación peligrosa de ojos y de lágrimas y el sol me
quema los hombros de tanto verano en pleno invierno, gracias por el fuego zeta,
nada en común hay entre mis ojos negros y la nariz de cyrano en la herida de
drácula, es así en el nombre de la rosa y sigo a mi paso esquivando las sobras
y los rayos del sol.
Lo
único que realmente me conmovió, es decir, lo que me hizo mover de vereda a
vereda evitando las sombras como dije, fueron las pompas y los deseos. Las
largas caminatas por el puente que ando rodando de tanta noche. Pensar en el
suspiro, el del puente, que me trae la baranda de donde me tomo y agarro para
mirar a pique las vías del tren. Sentir ese ruido y olor a máquina que va a
partir despacio, como un instante donde se fuga una bala de fogueo que anuncia
el inicio de una nueva partida. Balas fugaces como estrellas jugando a las
escondidas con la luna y el sol. La luna marcada en el almanaque que se vino a
blanco y se olvidó la tinta en el saco descosido del imprentero, el que lee las
palabras y no las nombra y las vive desunidas y sólo unidas de puro plomo o
chapa incendiada después de la película. Pero tranquila, a no desesperar, al
menos esta vez puedo recibir llamadas y así no estoy tan desconectada del
mundo. Lo malo es que el mundo que se quiere conectar conmigo no es al que yo
quiero conectarme, pero bueno ya llegará el tiempo, digo que ya llegará el
tiempo en que los teléfonos suenen con voz humana, del humano que uno quiera.
Han tocado la puerta, me dicen. Y yo no escucho nada de lo que me dicen pero
esto, raramente, lo escuché. Uno nunca sabe cuándo van a suceder las cosas, los
malos tiempos, y del tiempo que me nace ya mismo hay como un romance entre el
alma y el bolsillo del saco, que, por otra parte, tiene descocida la axila
derecha, de la parte de atrás. Rumbeándome hacia las vidrieras invento un baile
y me recuerda a vos. Orificio de llamarte y escucharte, sin el timbre exacto
pero escuchándote. Modula tu voz en tonos bajos y en tonos altos, modula tu
hablarme perfecto para mis oídos y hay roces de notas y acordes necesarios,
corcheas estridentes y negras alquitranes, capas de asfalto con piedritas
recién puestas en esquina de avenida y calle donde pasa el colectivo que me
lleva a trabajar, hoy, este día y los otros. Aunque esté de más decirlo, estoy
de descanso.
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